A Manolo

A Manolo

En un frondoso bosque de castaño en el concejo de Nava, Asturies, estamos dinamizando una formación en la que los participantes descubren las cualidades de la tierra como material de construcción. También las dificultades. Después de 5 días de remojo de la tierra en una bañera llena de agua, al tocar notamos que la consistencia aún no es buena, es una tierra demasiado arcillosa para obtener una buena mezcla. Proviene de un talud que hay detrás del hórreo, en donde también vemos aflorar una vena de color gris, blanda y muy pegajosa. Hay  que buscar una alternativa. Conversando con los vecinos nos comentan que han encontrado una tierra estupenda en un camino situado a 500m de nuestra obra. Rellenamos algunos carretillos y los metemos a remojar en las bañeras. 24 horas después la tierra está lista para ser trabajada. Es al tocar con las manos, al palpar, al apretar, cuando podemos decidir si el material es adecuado para ser empleado. Es la primera y principal verificación, el encuentro táctil con la materia.

En un molde de 3 módulos fabricamos los adobes para la fachada sur de la cabaña que estamos construyendo. Producimos varias decenas de piezas a gran velocidad, pero hará falta bastante tiempo para que se sequen en el clima húmedo de la cordillera cantábrica. Hay una fascinación inmediata por estos rectángulos de materia marrón alineados y organizados durante el secado. Nos acercamos, nos preguntamos si los podemos tocar, los levantamos, los sopesamos, fácilmente nos hacemos amigos de los adobes.

La pieza de adobe que hemos fabricado -20x26x8cm-, no es grande y es fácil de manejar. Un cubo con agua, la mezcla para el mortero, una espátula, un listón de madera, una maceta. Con este equipamiento es con el que los participantes trabajan, sumergen los adobes en agua, colocan mortero en los cantos, presentan las piezas, las aprietan y alinean respetando la plomada. Y así sucesivamente, hilera tras hilera. Todos están muy concentrados en el momento de construir el muro, es algo casi mágico conectar las piezas de tierra… con tierra. Al alejarnos un poco, observamos  que el color de las juntas se parece al de los adobes y que el resultado aparece como un fantástico conjunto orgánico. Todo el mundo en la obra se pone a soñar con construir su propia vivienda de tierra.

Manolo pasa a visitarnos prácticamente todos los días para ver el avance de los trabajos, intercambiar impresiones y compartir un momento en compañía. Parece encantado de ver toda esta juventud activarse alrededor de las técnicas constructivas tradicionales de su región, que él conoció a través de sus padres y de sus abuelos. Hay que decir que Manolo tiene más de 80 años y que aun se ocupa desde bien temprano en la mañana de su granja, su huerto y sus 3 vacas. Tan solo el domingo hace una pausa y se quita su mono azul de trabajo, sus botas de caucho y su gorro. Ese día, peinado, afeitado y bien vestido, se viene a dar una vuelta por la obra acompañado de su mujer.

Una mañana nos cruzamos con Manolo, él bajaba el camino llevando un gran paquete de varas de avellano de 4m de largo. Nos explica que las ha cortado para nosotros al ver que íbamos justos de varas en la obra. En ese momento he comprendido que en cierta manera nos estábamos reconciliando con la tradición… generaciones y culturas se unen a través de la solidaridad, la fraternidad y el reconocimiento mutuo.

[Fragmento del texto: Actualidad de la construcción con adobe en España, autores: François Santos y Macario Iglesias]